Huayna Potosí y Rurrenabaque

  Huayna Potosí- Tras alguna conversación con otros viajeros que nos fuimos encontrando y que nos contaron su experiencia, nos decidimos a subir esta montaña de 6088 metros, ya que no vamos a tener muchas oportunidades en nuestra vida de subir una montaña tan alta y menos por el precio al que está aquí,unas 10 veces menos que en Europa.


   A las 9 de la mañana nos ponemos en marcha, la ruta nos lleva desde el centro de La Paz hasta la cordillera real. Nada más pisar el lugar, ya nos dimos cuenta de que merecería la pena, la estampa es única... montañas, nieve, lagunas y el campo base.


  Después de comer el guía nos da las primeras indicaciones de lo que vamos a hacer, nos ponemos el equipo y nos dirigimos a un glaciar, para habituar el cuerpo a modo de entrenamiento y recibir una clase práctica de cómo actuar con los crampones, el piolet y todo el equipo. 


  Tras 4 horas en la nieve, volvemos al campo base, cenamos y descansamos. Al día siguiente, después de comer bastante temprano, comenzamos el ascenso hacia el refugio de alta montaña. Son dos horas intensas, con la mochila llena de ropa de abrigo y material. Al llegar, calentamos el cuerpo con una sopa bien calentita y descansamos un poco hasta la cena a las 17:30. 


  Al acabar de cenar, intentamos dormir, cosa complicada con el frío y la altitud. A las 23:15 suena la campana y después de una hora para comer algo y preparar todo el material, comenzamos la subida. Por cada dos personas, un guía, al que vamos unidos por una cuerda para evitar caídas graves. 


    La noche se despejó y se podía mirar el cielo estrellado y una fila de unas 20 personas con el frontal como única iluminación. Es una de las imágenes que se quedan grabadas en la memoria. Seguimos ascendiendo, hasta encontrarnos con uno de los puntos más duros y bonitos al mismo tiempo, una pared de unos 75° de inclinación, en los que hay que clavar piolet y crampones para poder seguir.



   Tras esto, una dura subida entre grietas y laderas, hasta llegar al tramo y la cresta final. Un pasillo de unos pocos centímetros, creado por el paso de dos o tres guías, en el que tienes que poner concentración, valentía y paso firme para evitar el miedo y la caída. A un lado y al otro, una caída que no se le ve fin. Pero unos metros después la cima es nuestra, la sensación, única, y un privilegio que unos pocos logramos.


  Además, llegamos justo al amanecer y nada de viento, lo que hace que podamos disfrutar aún más de las impresionantes vistas.





  Rurrenabaque- Después de una temporada de frío, nos disponemos a conocer la entrada a la selva  boliviana con su calor húmedo. En sólo  unas horas, pasamos de -12° a 35°. Sólo llegar ya es una aventura, 14 horas para 300 kilómetros.  El pueblo no es muy grande, se puede recorrer a pie en una sola tarde, pero tiene un encanto inigualable.


    Nuestro objetivo está a orillas del río, que baja con fuerza, y las típicas barcas suben y bajan seguido. Lo principal para visitar es el mirador de la cruz, que tiene una difícil y algo dura subida, que sumado al calor, hacen que sudes demasiado. Las vistas recuerdan un poco a Santa Tecla, con el río y el pueblo en su ribera, una estampa muy bonita.


  Además, visitamos una aldea cercana, donde a los niños con un simple caramelo conseguías robarles una sonrisa.



  Al salir de la aldea, un habitante se ofrece para llevarnos río arriba en su barquita, en la que tres adultos y un niño son el máximo, el agua está a punto de entrar por todos lados!! El viaje es muy bonito, con selva a los dos lados.



  Al día siguiente nos aventuramos por la selva río arriba para ver qué podíamos encontrarnos, y la verdad es que dimos con lugares escondidos mágicos!


   Sin duda nos supo a poco esta visita fugaz de la selva... pero nos vamos con muy buenas sensaciones.


Comentarios

  1. Realmente nunca les escribo aquí pero quiero que sepan que con cada relato me emociono sois unos valientes ; esto sera uns experiencia que les fortalecera para toda la vida !!!! Los quiero y nos vemos en mi paisito !!!!

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