San Pedro de Atacama

    Nuestra visita a Chile comienza en San Pedro de Atacama, un pequeño pueblo situado al norte, en el desierto más árido del mundo. A pesar de ser pequeñito es uno de los puntos más visitados de todo el país. El centro urbano es muy acogedor, con una plaza y una iglesia como punto más visitado, también la calle Caracoles que es donde se encuentran la mayoría de comercios. Las calles son de tierra, lo que da un aspecto más auténtico y de la zona desértica.

  Aquí lo más aconsejable es alquilar una bici para recorrer los alrededores, así que nos ponemos en marcha y nos encaminamos al Valle de la Luna. Dentro del valle hay varios sitios que visitar, la Caverna de Sal, una formación rocosa que te lleva por cuevas y montañitas con formaciones de sal y arcilla.

Después nos vamos hacia un mirador, donde se aprecia el por qué se llama Valle de la Luna. El paisaje es espectacular, a los lados desierto y montañas, al fondo el Anfiteatro, una formación natural por la erosión pluvial y eólica que llama bastante la atención.

Anfiteatro

  Siguiendo la ruta llegamos a Las Tres Marías (o Los Vigilantes) y a la Mina, unas formaciones curioscu que no nos podíamos ir sin verlas.

  Por último, estuvimos en una duna gigantesca y disfrutamos de un atardecer bien diferente y privilegiado.

    A la mañana siguiente, nuevamente en bici, nos vamos hasta el salar, a La Laguna Cejar y dos más pequeñitas. Allí toca baño obligatorio, aunque ese agua es saladísima y en la que no es conveniente meter la cabeza ni estar dentro más de 45'. La sensación es increíble, ya que por la concentración de sal flotas mucho más de lo normal.

    Al salir, y a poco que se seca el cuerpo, te quedas rebozadito en sal cual bacalao sin desalar.

 Tras una ducha de agua dulce, nos movemos hasta los Ojos del salar, unas pozas grandes de agua dulce en medio del desierto y la sal. 

  El calor en el desierto no tiene piedad, así que decidimos volver lo antes posible para resguardarnos, ya que todavía quedan más de 30km hasta el camping.

   Por último, y es algo muy recomendable estando aquí, nos embobamos con las estrellas, un cielo como este no deja indiferente a nadie.